Las lenguas profundas de América del Sur
- José Becerra
- 3 nov 2017
- 6 Min. de lectura
Uno de los temas más interesantes que tiene la identidad del pueblo latinoamericano es el abarcado por las lenguas de los pueblos indígenas. Tanto por las que fueron esenciales para representar a las comunidades ancestrales ante los genocidios de cultura realizados por los europeos; como por las familias de lenguas con sus ramas y troncos en la evolución viva de una geografía lingüística que de manera sorprendente abre su follaje, en algunos casos, por toda Mesoamérica y los países de la antigua Gran Colombia; y sobre todo las que le dan a la humanidad el placer de que por aguerrida resistencia tengan al sol de hoy todavía miles de hablantes.
El problema es que a pesar de que el tema y las implicaciones socioculturales que conlleva sean tan interesantes, parece tener espectadores y protagonistas poco interesados. Desde los años del descubrimiento estas lenguas han luchado contra diversas circunstancias por sobrevivir. Nos arriesgamos a afirmar que la indiferencia es el enemigo que hoy las ataca con más fuerza. A pesar de que muchas veces la intervención del hombre y de la ciencia afecte a las comunidades que son minoría, tampoco son el desvalor y la desprotección que la academia y el estado aplican las mejores herramientas para que esas lenguas pervivan en la cultura mestiza, heterogénea o pluricultural que nos consideramos.
Con el fin de sembrar una mata de curiosidad en el interés de nuestros lectores, presentamos la situación de tres lenguas ancestrales que aún hoy son significativas en América del Sur, además de las políticas idiomáticas de algunos de sus países y la realidad nacional de las lenguas indígenas de Colombia.

Es evidente que las dos lenguas dominantes en América del Sur son el español y el portugués, no obstante, la presencia de algunas lenguas indígenas en este lado del mundo es por fortuna significativa en pleno siglo XXI. Basta decir por ahora que más de la mitad de la población boliviana es indígena y ha conservado varias de sus lenguas ancestrales. Esta nación es vital en la lucha de supervivencia de los idiomas nativos y parece de alguna manera una especie de imán de las tres lenguas indígenas más poderosas: el quechua, el aymara y el guaraní.
Quechua y quichua son los vocablos con que se designa a un conjunto de lenguas habladas en la zona de los Andes y surgidas en el centro y el occidente de lo que hoy es Perú. Fue utilizada como lengua catequizante durante la conquista del imperio inca y recibió una especie de unificación estratégica (favorable para los conquistadores) que consolidó una lengua global: el quechua general.
La familia de lenguas que hacen parte del conjunto “quechua” tiene dos subdivisiones principales, el quechua I y el quechua II. El primero tiene su comunidad de habla en el centro de Perú hacia la parte costera, mientras el segundo tiene una alargada extensión demográfica que va desde el sur-occidente de Colombia hasta la región argentina del NOA, pasando por gran parte del territorio ecuatoriano sobre todo del centro hacia el oriente, por el sur de Perú y algunas áreas del norte y en el sur de Bolivia.
Aproximadamente, todo el conjunto tiene unos 8 millones de hablantes, repartidos por los seis países nombrados, eso la convierte en la lengua indígena más hablada de América Latina, seguida por las lenguas mayas. El quechua fue la lengua oficial de los incas. Ellos la denominaban runa simi que significa “lengua de gente”. A la lengua de los viracochas (españoles) le decían kastilla simi.
En el tercer lugar por cantidad de hablantes a nivel latinoamericano estaría la lengua guaraní. Es hablada por unos 4,6 millones de habitantes que habitan en todo el Paraguay y en varias zonas limítrofes de Argentina, Bolivia y Brasil. Es sorprendente pensar, siguiendo a algunos investigadores, en que es bastante probable que antes de la conquista de América varias comunidades indígenas utilizaran el idioma desde cerca al mar Caribe venezolano hasta la zona del Río de La Plata. Después de la persecución de que ha sido víctima la lengua guaraní durante diversos gobiernos paraguayos, el idioma y la permanencia del bilingüismo se han convertido en la parte más vital de la identidad del pueblo paraguayo.
Finalmente, nos encontramos con que el aimara o aymara es la cuarta lengua indígena más hablada de América Latina. Tiene alrededor de 2 millones y medio de hablantes principalmente concentrados en las ciudades de La Paz, Oruro y Potosí, pero también con una presencia alta en Perú y en el norte de Chile. Su origen parece tener registro en la serranía central del Perú, en la provincia de Lima; con el paso del tiempo la cultura Wari la fue convirtiendo en lengua materna, lo que dio paso a que se difundiera por toda la zona de frontera con Chile y con Bolivia.
Pasando a la parte legal y política del tema, nos damos cuenta de que algunos países suramericanos sí registran como “Idioma oficial” a las lenguas indígenas de las que venimos hablando. Así, el quechua aparece como lengua oficial, al lado del español, en Ecuador, Perú y Bolivia; el aimara, en Bolivia y Perú; y el guaraní, en Paraguay y en la provincia de Corrientes en Argentina.
Bolivia registra como oficiales 37 idiomas distintos, Perú le da cabida como co-oficiales a las lenguas predominantes en su región de uso, Paraguay se considera nación bilingüe y legalmente registra primero al guaraní antes que al español como lengua oficial. El 87% de los paraguayos hablan guaraní; el 13,2% de los peruanos, quechua; y en Bolivia el 25% de la población habla quechua mientras que el 11% habla aimara según el censo de 2012.
Argentina tiene al sol de hoy unas 25 lenguas aborígenes vivas, conectadas especialmente con variantes del quechua, del tupí-guaraní y del aimara, al lado del español reconoce sus lenguas indígenas como Lenguas Oficiales. En Uruguay es casi nula la presencia de las lenguas indígenas. Alcanzan a aparecer zonas de habla guaraní (el mismo nombre de la nación es un vocablo guaraní), pero es mucho más significativa la presencia de una gran variedad de lenguas europeas debido a la inmigración de comienzos del siglo XX además del hecho de que en algunas zonas del norte se hablen algunos dialectos del portugués.
Venezuela agrega al lado del español a las “lenguas venezolanas”, como lenguas oficiales demostrando cierta importancia para los idiomas indígenas hablados por al menos el 1% de la población. La cantidad de lenguas habladas por las comunidades aborígenes venezolanas en la actualidad varía entre 38 y 70, muchas de ellas sin filiación reconocida. También Brasil le agrega al portugués las lenguas indígenas en su ítem de lenguas oficiales, su riqueza geográfica le da la posibilidad de ostentar la existencia de unas 170 lenguas indígenas distintas. En Chile pasa igual y se tiene registro de unas 15 lenguas habladas, algunas de ellas ya extintas, con la extraña peculiaridad de ser marcadamente distintas o de pertenecer a familias muy pequeñas de dos o tres lenguas, la lengua más hablada es el mapudungun de los mapuches con unos 200.000 hablantes.
Finalmente, Colombia solo reconoce las lenguas indígenas como oficiales en los departamentos en que más importancia tienen. Marcamos como abundantemente plurilingües a las regiones de la Amazonía, La Guajira y el Cauca. La riqueza lingüística de nuestro país es envidiable: a pesar de que ya somos el tercer país con mayor cantidad de hispanohablantes, después de México y Estados Unidos, poseemos una red de lenguas indígenas riquísima dentro del continente americano. Tenemos más o menos sesenta lenguas indígenas vivas aún, clasificadas en once familias lingüísticas y quince de ellas aisladas o no clasificadas. La mayoría de las lenguas presentan estado de vulnerabilidad porque son habladas por apenas decenas de personas. Nos parece que si tuviéramos un poco más de compromiso para con nuestra historia y nuestros pueblos originarios la situación sería menos difícil y esas cunas y ejes de cultura tan ricos podrían no solo sobrevivir sino vivir cómoda y libremente en nuestra “pluricultural” nación andina, amazónica, pacífica, llanera, insular y caribeña.

Una de nuestras lenguas históricamente más importantes es el muysccubun, hablado por los muiscas en el altiplano cundiboyacense y muy difundida antes de la llegada de los españoles. A pesar de que la lengua ya murió, apoyamos la iniciativa del Grupo de Investigación muysc cubun que lucha desde el 2008 por revitalizar la lengua muisca inicialmente con procesos de traducción, creación de un diccionario y difusión virtual del proyecto. http://muysca.cubun.org
Por último, también aplaudimos el hecho de que una famosa plaaforma de enseñanza y aprendizaje de idiomas extranjeros le haya dado un espacio a una lengua indígena: duolingo y la apertura del curso de guaraní, en la variante del “jopará” que en aquella lengua significa mezcla, y que es una especie de interlengua que conecta al guaraní con el español teniendo mucho más del primero que del segundo idioma.
Esperamos conseguir algo, por pequeño que sea, con esta sencilla exposición y soñamos con que algún día nuestra universidad recuerde sus raíces indígenas y las potencie en las geniales posibilidades de una cátedra de una de esas lenguas y/o con un semillero de investigación sobre este tema. Ya es un avance genial que nuestra Electiva en Sociedad, Lenguaje y Cultura dedique su tiempo a las Lenguas indígenas y afrodescendientes.
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